Los
niños sueñan en algún momento, con tener una macota que los espere al llegar
del colegio, para jugar correr por el jardín a quien consentir y quien los
consienta. En realidad una mascota es un aliado de travesuras que los quiere sin condiciones
Hay
algunos animales recomendables para una casa de chicos, y hay otros que no lo
son. Para el niño, su mascota será una mezcla de juguete y de amigo, por lo tanto, lo
molestará, lo peleará, lo dejará por algo que le interese más en determinado
momento, le prestará y dejará de prestarle sus juguetes. Habrá que pensar en un animal que pueda tolerar tanto el cariño como la
energía y la inquietud de un niño.
Cuando
los niños todavía son pequeños, serán sólo parcialmente responsables de su
mascota. Podrán alimentarla, brindarle su afecto, aprender a respetarla y a
quererla. Sin embargo, van a necesitar la ayuda de sus padres para cuidarla
realmente bien. Por eso, antes de decir que sí, pensemos qué tipo de cuidados
estaremos dispuestos o capacitados para dar a este animal.
¿Qué espacio disponemos
para la mascota?, ¿la sacaremos a pasear?, ¿quién se ocupará de comprarle comida?, ¿qué sucederá durante las vacaciones?, ¿quiénes entrarán en contacto con ella? Conversemos
estas cuestiones en familia y, a la par, informémonos a fondo de las
características de la mascota y de todos los cuidados básicos que pueda
requerir. Consultar al veterinario, o a alguien que tenga el mismo animal, nos
será de gran ayuda.
Las
mascotas colaboran en el desarrollo de la capacidad afectiva y de comunicación
en los niños. Muchas veces, nos sorprendemos viendo cómo ellos comparten secretos, tristezas y, también, alegrías
con su animal.
En esta convivencia, adquieren seguridades, aprenden a relacionarse con otros, a
aceptar diferencias, a amar la vida y la Creación. También
podrán intuir, viendo el crecimiento de su mascota, sus propias etapas de
desarrollo. Aprenderán a hacerse responsables por otro y podrán valorar a las
personas que los cuidan a ellos a través del cariño con el que ellos cuidan a
su mascota.
Esta convivencia crea sentido de responsabilidad
y promueve la comunicación entre padres e hijos. La inocencia
de un niño, su empatía con ese animal, adquiere una dimensión humana que muchas
veces nos llena de humanidad a los más grandes. Y sirve como ejemplo, además,
para mostrarles que, si por un animal son capaces de tanto cuidado, cuánto
respeto y valor nos corresponde expresar por el resto de las personas.
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