miércoles, 8 de octubre de 2014

No le des a tu gato leche de vaca

La imagen de un gatito bebiendo a lengüetazos en un tazón de leche está anclada en nuestra memoria. Sin embargo, la leche de vaca no es buena para este pequeño animal. No puede reemplazar a la leche de la gata pues, incluso si se trata de leche “entera”, es comparativamente el doble de diluida, pobre en proteínas, y en lípidos, y muy rica en lactosa, el azúcar específico de la leche. 

Un gato alimentado exclusivamente con leche de vaca sufre rápidamente un retraso en el crecimiento y alteraciones digestivas. Por otra parte, a partir de las cuatro semanas de edad (comienzo de la transición de la alimentación líquida a la alimentación sólida), la tasa de lactasas, las enzimas digestivas que degradan la lactosa, disminuye de forma natural en los gatitos. Estos últimos digieren cada vez peor la lactosa y por lo tanto la leche. 

En el adulto, quien ya no se beneficia de la actividad de la lactosa, la lactosa sin digerir fermenta en el colon y provoca desórdenes digestivos, incluso alergias alimentarias.

¿Qué puedes hacer? 

Evita administrar leche de vaca, sea cual su nivel de grasa (semidescremada o deslactosada), a tu
gato. Elige, si las tienes al alcance, las “leches para gato” que se encuentran en los comercios especializados, que poseen menos lactosa en su composición. No consideres a la leche como una bebida que reemplaza al agua, sino como una golosina que se puede ofrecer de vez en cuando. 

Los productos lácteos fermentados (yogur natural, queso blanco) son mejor tolerados por los felinos que la leche, pues la lactosa ya se encuentra predigerida por los fermentos lácticos presentes. Se administran sin azucarar restringiendo al máximo su consumo. 

La leche y sus derivados están absolutamente contraindicados, incluso en pequeñas cantidades, en los gatos que sufren enfermedades renales, diabetes, cálculos urinarios o trastornos digestivos.

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